Ser mentor me encanta. Enseño tanto como aprendo. Y hoy fue uno de esos días que te recuerdan por qué este camino tiene tanto sentido.
Durante una mentoría, mi mentee se sintió bloqueado. Tenía ideas, talento, trayectoria… pero no se lo creía. Todo lo que decía iba envuelto en dudas y comparaciones. «No soy tan bueno como…», «Yo no podría hacerlo como ellos…», «Seguro que tuve suerte…».
Lo vi claro: estaba atrapado por el síndrome del impostor.
🚫 No eres un fraude, solo estás confundido
El síndrome del impostor es esa voz interna que te susurra que no eres suficiente, aunque tu realidad diga lo contrario. Que lo que has conseguido no es mérito tuyo, que en cualquier momento alguien descubrirá que estás «fingiendo».
Y no, no es falta de capacidad. Es exceso de exigencia, de comparación, de perfeccionismo. Es una mente brillante que se olvida de mirar con compasión.
📖 Lo que aprendí (otra vez) como mentor
El síndrome del impostor no se quita con lógica. Se suaviza con conexión.
En esa sesión no le di una lista de argumentos para convencerlo de que era capaz. Le recordé su historia. Sus logros. Lo que otros ven en él y él aún no puede ver.
Y, mientras hablaba con él, algo se removió también en mí. Porque todos, incluso quienes acompañamos a otros, necesitamos que nos recuerden qué valemos.
🤝🏻 Algunas claves que compartimos:
- Tu valor no depende de tu rendimiento. Eres más que tus resultados.
- No todo lo que te exigen es lo que tienes que dar. Elige a qué voz escuchar.
- No eres menos por dudar. Eres humano.
- Compara menos, siente más. La comparación mata la autenticidad.
🚀 Cierre: El primer paso es verte
Si te has sentido así, no estás roto. Estás en proceso.
El síndrome del impostor no se cura con un logro más. Se calma cuando aprendes a verte con tus propios ojos, no con los de los demás.
Y, si hoy necesitas que alguien te lo diga, aquí estoy:
No eres un fraude. Eres una persona brillante con un criterio tan alto que a veces se olvida de todo lo que ya ha logrado.